viernes, 11 de septiembre de 2009

IRENE

Dejaste a un lado la distancia, quitabas la corteza de mi pan y ahuyentabas mis manos que intentaban ayudar… Convenciste a tus hijos, a tus padres y a tus hermanos de que estabas sólo para servir, para crear comidas lastimosas, para lavar y desprender y refregar los pisos y la ropa. Estabas aquí; Irene, te vi ayer, mirabas al sol, al horizonte, soñabas, con tus sueños de mujer, a ser amada, requerida. Fuiste mi puerto, en ti descargué mis ojos llenos de lágrimas y, mientras peinabas mis trenzas, en tu regazo sentí el calor que mi madre me negaba. Fuiste todo sin ser algo, fuiste alfombra, fuiste cama, fuiste casi mi madre, Irene, y yo temblaba… Ahora duermes, por fin, en tu cielo, en tu caja ¡quiero abrazarte, Irene! decirte que vives en mí, como ayer, mi dulce nana.

1 comentario:

  1. LA MUERTE, INSEPARABLE E INEVITABLE.
    LOS RECUERDOS QUEDAN,MI NIÑA, ESOS SON LOS QUE TENEMOS QUE GUARDAR EN EL CORAZON Y NUNCA SE IRA DE NUESTRO LADO.
    UN ABRAZO Y UN BESO.

    ResponderBorrar

Agradezco tu comentario.