sábado, 11 de mayo de 2013

DUERMO

Duermo y al fin, sin cerrar los ojos,
sin empaparme de la sangre
que dobla el aliento de tus venas, 
sin escucharte eterno en carne viva,
entiendo tus ojos encendidos
y ruego, suplico mansamente
el amor de tu fuerza desmedida
en el continuo devenir de la simiente,
ahora estás solo en el tiempo silente
en que te mueves cansado, enrarecido,
mañana quizá yo te estaré esperando
celosa de las sombras que se yerguen.
Suelto tu mano, pues, en abandono
sin dejo de pudor y sin consuelo
errante y ciega otra vez en el olvido
del falso desconsuelo de la herida,
parto ahora, sueño de nuevo entonces,
comparto ya la pena que me aqueja
y camino nuevamente en el sendero,
quitando de por medio las espinas,
deseando sin reparo el horizonte...
te espero pues, sentada en este prado, 
oculta entre los ramos de rosales,
rezando que te llenes de zarzales
y crezcan nuestras ramas en tus manos.

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