miércoles, 2 de septiembre de 2009
SOLO UN INSTANTE
Déjame tocar tus manos,
tus grandes manos formadoras
de obscuros cielos y de lunas nuevas;
déjame rozar tu piel,
pila de olivas y de azahares.
Déjame observar el mundo con mis dedos,
que mueva en ti todo lo que hay dentro,
deja que parta en dos este momento,
que toque en un segundo con mis labios
el borde infinito de tu sol eterno.
Cuídame de todo rayo de luz y en el silencio
aguza en un instante tus sentidos,
convierte mis quimeras en palpables hechos
sustentables, desprovistos y envuelve
en un paño mi alma envenenada.
Quítame a galope todos estos sueños,
quita en mi letargo la tierra y la corteza
y apaga ya las brasas que queman,
lenta, sutilmente, sin cesar
y sin piedad mi procedencia.
Déjame ahora quieta en este valle,
deja que mi mente se divague
convierte mi retrato en canto nuevo
sonríe y mira atentamente la luz
de mi mirada, antes sombría como el viento.
Levanta ya tus pálidos discursos
explica pues, como un hombre y una mujer
que se unieron a destiempo
debieran no estar atados en destino,
sin embargo atados en lo claro y lo profundo.
Déjame llorar si de mi llanto escuchas
tenuemente mil sirenas en el mar,
ahora marcha, date media vuelta,
por las sombras puedes irte
y en un instante, tristemente, olvidar.
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