Hoy te recordé soplando tus velitas del pastel, no hay nada que pare mi llanto interno, nada que me haga salir de este silencio.
Te busco, má, hasta bañándome imploro sólo una última vez para decirte que te amo, que no esperaba estar a tu lado por todas las circunstancias pero que me duele hasta la médula tu partida tan sola, tan fría.
¡Que se ennegrezcan los mares, mamá! que las sombras tomen al mundo porque esto se convirtió en mi infierno, en un infierno en el que ya no quiero estar porque ya no sé si valió la pena, si mi voz alcanzó tus oídos y mis lágrimas tocaron tu piel; porque no sé, nunca sabré, si mi presencia fue ausencia y si mi ausencia fue dolor en tu lecho...
Quiero acabar con este grito contenido, verter en medio del mundo todo, todo lo que tengo por decirte.
Una última vez, te lo suplico, una última vez para decirte que agradezco que me tomaras de la mano, que me mostraras el mundo, que no me escudriñaras las ideas, que me dieras a luz por los ojos, que me defendieras de todo, de todos, que lloraras por mí, que acunaras a mis hijos, que besaras las plantas de mis pies al despertarme y me peinaras las disparejas trenzas para irme a la escuela.
Ya no más abrazos, mamá, ya no más besos en la frente ni juegos de pulpos entre mis costillas, yo sólo quisiera un instante, un sólo momento para hacerte saber que esto ya no es vida, que me abandonaron las ganas y que todas las píldoras del mundo no van a hacerme sentir mejor.
¡Que el perro siga ladrando, que el pájaro se desgarre la garganta de tanto canto, que el mundo siga, que siga girando! ¡que me dejen dormir en paz a tu lado!
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