Me tienes atrapada en la cárcel de tus manos,
en la piel calcinante de tu pecho,
en el fuego incesante de tu vientre,
en el húmedo abrazo de tu lengua…
Me tienes ya dormida en el lecho de tus ojos
en la sombra de tus trazos que convergen,
en el humo del tabaco que consumes,
en la taza de café que pronto bebes…
Me tienes ya rendida a tus placeres,
en las palabras que acarician mis deberes,
en tus sonrisas, en tu fuego, en tus cantos,
en el tiempo en silencio en que me viertes.
Me tienes ya amándote entre tus piernas,
entre el pálido gemido de mis pruebas,
en la rueda de tu vida que se anega,
en la cárcel de tus manos que me anula.
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